La Saga De Superman

Supermán: la película (Richard Donner, 1978), es cine en su estado más puro; dio apertura a la era moderna de adaptaciones cinematográficas de superhéroes y, aún hoy, conserva una posición encomiable entre las mejores películas de este género (o subgénero según como se mire). 





Más que una película, se constituyó en un fenómeno social capaz de hacer creer, como lo decía su lema, que un hombre puede volar. Su influencia ha permeado las películas que sobre este tema se han hecho en los últimos treinta años y si bien, algunos de sus efectos visuales dejan ver su antigüedad, la capacidad de generar emociones y admiración por este personaje sigue intacta.




Christopher Reeve. Hasta esta película, era un actor anónimo con una trayectoria prácticamente inexistente. Después de un exhaustivo proceso de selección, al ser escogido para usar el traje de mallas, se preparó de manera intensiva para dar la talla a lo que la película exigía; los resultados fueron más que notables a nivel interpretativo y de caracterización.






Encarnar al padre de Supermán no parecía una tarea fácil. Era necesario encontrar un actor que además de tener excepcionales capacidades interpretativas, desprendiera un aura mítica, casi divina. Y el escogido no podía ser otro que Marlon Brando; el considerado por muchos como uno de los mejores, sino el mejor actor de la historia. Si bien es más conocida su participación en la película por la astronómica cifra que cobró por 13 días de trabajo, es innegable que Brando le otorga a la cinta un aura épica.







Gene Hackman encarna a un Lex Luthor caricaturesco y su villanía tiene matices más cómicos que temibles. Esto no es necesariamente un defecto, ya que para la época su Lex Luthor estaba acorde al contexto en el que se desarrolló la producción de la película. Es un personaje muy de su tiempo, como lo atestigua el hecho de que Bryan Singer le otorgará un tono similar al Luthor interpretado por Kevin Spacey en el 2006 (Supermán Returns), sin que funcionara de igual manera para las audiencias de esta generación. En retrospectiva, es cuestionante aún en el universo que plantea la película, que la mayor mente criminal del mundo se rodee de pusilánimes y orates. Sin embargo, el tono proporcionado al personaje de Luthor por Hackman, se constituye en un contrapunto ideal para la sobriedad del hombre de acero.








Supermán II es un claro ejemplo de continuidad temática y tonal, lo cual es lógico teniendo en cuenta que Donner tenía prácticamente filmado el 75% de la cinta. Si bien Richard Lester realizó cambios a algunas escenas ya grabadas, es claro que esta sigue siendo una película de Donner y su calidad es similar o igual a la primera. Por eso, además de ser un notable emulador, es una película integrada orgánicamente a la primera. Se ha dicho que incluso el final de la primera iba a ser el de la segunda, pero por desavenencias entre el director y los productores, el resultado final es el observado en las pantallas. El caso, es que más allá de lo que hubiera podido ser, Supermán II es una digna continuación de las aventuras del hombre de acero llevadas a la gran pantalla.






Supermán III es un claro clon de lo que logró Supermán: la película. Alguna vez alguien se preguntó cómo hubiera sido Supermán II si lo hubiera dirigido en su totalidad Richard Lester. La respuesta es por supuesto, Supermán III. Si bien tiene ideas ingeniosas como la del enfrentamiento entre Clark y Supermán, no alcanza las cotas de calidad de sus predecesoras. Se decanta por un aspecto más cómico y menos épico, lo cual no es necesariamente malo, pero analizando la saga como un todo, representa un bajón de calidad en cuanto al tono legendario que lograron las anteriores. Un ejemplo claro es el de la transformación de Supermán a su lado más oscuro causado por la kriptonita roja. Esta parte debió haber sido temible con consecuencias funestas para la humanidad; el mundo entero a merced de un ser súperpoderoso. En cambio, Lester muestra al superhéroe haciendo travesuras y manifestándose huraño, al mismo tiempo que sucumbe a sus “más bajas pasiones”.






Finalmente, Supermán IV: en búsqueda de la paz (1987), fue un fracaso en toda regla. Quiso recoger la estela dejada por la primera y segunda parte (principalmente), pero con un presupuesto totalmente limitado. El resultado es casi vergonzante, con escenas que diez años después de la primera parte, parecen de los años cincuenta. Argumentalmente, hay algunos aspectos mínimos reivindicables, pero en general es un pálido sosías de lo que representó Supermán: la película. Es salvada del desastre total por un esforzado Christopher Reeve, quien debe hacer frente a un villano risible (para la trivia: interpretado por Mark Pillow). Su impacto fue tan nefasto que debieron pasar 19 años antes de estrenar otra película sobre el hombre de acero (vale decir que en la década de los noventa se hicieron infructuosos intentos). 







Lo cierto es que si Salkind no pudo replicar el éxito de Supermán: la película, definitivamente no fue porque no lo intentó.




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